Quisiera,
quisiera tantas cosas
no podría enumerarlas.
Beberme tu mirada,
Quedarme en tus ojos,
Como esas imágenes que no se olvidan,
guardarte en mi corazón,
para que la aridez sombría,
no me gane la vida.
Quisiera,
quisiera tantas cosas
no podría enumerarlas.
Beberme tu mirada,
Quedarme en tus ojos,
Como esas imágenes que no se olvidan,
guardarte en mi corazón,
para que la aridez sombría,
no me gane la vida.
Niña descalza
Juegas con la espuma
Te besa el sol.
Vestido blanco
Flores en tus manitas
Pequeña bella.
Pintor: Joaquín Sorolla. Imágenes copiadas del Blog: "ANGELES Y ROSAS".
Gracias Carolina.
https://angelesyrosas.blogspot.com/
Azules cielos
Otoño, sol dorado
Hojas que vuelan.
Viento apurado
Juega, entre los árboles
Barre mis sueños.
¿Cuándo comenzó la despedida?
Tal vez fue aquel domingo,
Ese, que fuimos hasta el río,
era octubre y las rosas caían deshojadas;
vencidas por el agua y por el viento.
O fue aquella tarde en Mar del Plata,
que te fuiste con tu
enojo,
sin mirar atrás, sin ver mi llanto
y me quedé en la playa,
hundiéndome en la arena
las olas furiosas intentaban,
hacer de mí, una Alfonsina eterna.
A veces uno se equivoca
y yo me he equivocado tantas veces,
que recién ahora comprendo
que nuestra despedida
se inició al conocernos.
Veo damascos y
te recuerdo,
cierro los ojos y veo tu boca,
aquel primer beso y mi torpeza,
intentando descubrir el placer.
Era un damasco jugoso, dulce, suave,
lucha de los labios,
intentando morder sin dolor,
vuelo en la embriaguez de la nostalgia
recorro la orilla del tiempo,
floto,
abro los ojos y frente a mí
el vendedor me mira sonriente,
como si hubiera descubierto mis pensamientos,
el calor en mi cara me dice que enrojecí…
me pregunta:
¿Cuánto va a llevar de damascos?
Trataba de escribir un poema,
el café dormía en la taza,
de pronto, llegó la música de un piano.
Se hizo silencio en
el bar,
todos lo miramos,
el anciano parecía soñar,
sus dedos volaban sobre el teclado,
su mirada perdida en un punto indefinido,
y la música flotaba con una cadencia especial.
Parecía ignorar el ambiente creado por su melodía.
La canzonetta me llevó a otro tiempo,
tiempo de mariposas en vuelo,
patio ajedrezado y malvones blancos.
Días de rayuela, flequillo despeinado y
luciérnagas iluminando
la noche.
Cesó el piano y regresé al bar,
el café ya estaba frío, mis manos también.
Había regresado de un laberinto del pasado,
atada a un hilo misterioso,
que me pobló de emociones suaves
como alas de mariposa,
con una lágrima al borde de las pestañas
y ante la realidad
de un poema sin final.
Cuando el mundo era un desierto
oscuro de nubes y relámpagos.
Ella bendecía la tierra caliente
engrosaba arroyos y pulía piedras.
Desde entonces hasta hoy
ha corrido mucha lluvia
bajo el puente de la historia,
alimentando la vida
bendiciendo sembrados
mezclándose con las lágrimas
del que tiene por techo
un manto de estrellas.
Y ella sigue y es hermosa
escondida en los jazmines
dando brillo a la rosa
mojando tu cara curtida de
sol,
lluvia bienechora,
ni tanto, ni tan poço,
no te olvides de nosotros.
Te fuiste
por un mar sin orillas,
verdor en
agonía,
encendido de
luz como un verano,
lentamente y
sin volver la mirada,
te tragó
otro amor.
Mi corazón
quedó en invierno,
finitud de
sueños,
te llevaste
las golondrinas,
hasta las
abejas se perdieron del jardín,
un silente
color gris cubrió la casa,
mis dedos se alargaron, fueron ramas,
sellaron puertas y ventanas
y me dormí
entre sombras
a la espera
de que el tiempo, cicatrice el dolor.
Esta cerca,
la huelo, la reconozco.
Cada tanto aparece,
no la llamo, llega sola,
excava cual hormiga
en las paredes de mi corazón,
se despereza y se
instala,
por el tiempo que ella elige.
Se acomoda,
no sabe que incomoda, no le importa,
veleidosa,
actúa sin preguntar,
me gasta las ganas de soñar,
de escribir,
al fin se aburre de mí,
y se va.
Me queda el cansancio,
que dejó su presencia.
Aparece un rayito de sol,
que con su beso me despierta
al abrir la ventana; adiós tristeza.
Vete lejos, muy lejos y no regreses.
Se mueven las sombras,
son las ramas que el viento agita,
las hojas vuelan,
un ángel las sopla,
las hace brincar en el aire.
Otoño,
Dorados colores, pintores fugaces,
juegan con los árboles.
No quiero demorarme en las hojas,
quiero elevarme con la brisa,
provocar a las nubes,
saltar sin miedo y hundirme
en el blanco algodón de su cuerpo.
Otoño,
Me gustan las plazas,
pintarrajeadas de ocre.
De Van Gogh el
amarillo,
de Monet el morado en
los arbustos,
sin lirios ni nenúfares,
ni jardines esfumados.
Colores de otoño,
bellos,
en la loca ilusión de una aprendiz de poeta.
Eres la
palabra, el verbo y el sustantivo,
la
motivación al verso,
inspiración
y musa,
el beso que
me eleva
y la hebra
de seda
que me
sujeta a la tierra.
A veces te recuerdo,
sólo a veces,
en las tardes de lluvia,
tu recuerdo es latente.
Tu presencia deambula por la casa
buscando tal vez,
algo que olvidaste
o aquel juego de ajedrez
que era tu orgullo
y con el siempre me ganabas.
A veces te recuerdo,
sólo a veces.
Sin embargo te llevo,
esculpido en la cara,
en los gestos
y en esa manía de intentar
que todo sea perfecto,
aunque yo no lo sea.
Me duele mi país,
donde las fábricas
cerradas gritan,
su mundo gris de
telarañas y oxido.
Me duele mi país, de hombres caminando
con zapatos gastados,
bolsillos vacios y
tristeza en los ojos.
Donde las villas crecen hacía el bajo
y la lluvias las inundan
de barro
y el olor a humedad duele en la cara.
Donde la piel color de tierra, se hace más oscura,
por la pena y la ausencia de alegrías.
Me duele mi país,
ese que grita en la plaza de mayo,
y es llevado como ovejas
sin pastor.
Me duelen los niños,
en los comedores
donde manos como palomas,
acarician y cocinan
sin sueldo, solo por amor
y regalan sonrisas
amasadas con polenta de ternura
a pesar del frío
y en verano del calor.
Me duele mi país.
Arbol
talado, al que la niebla visita,
al
que besan las hojas ajenas
y
sin embargo sigue en pie,
valiente
presencia de un bosque lejano,
perdido
en el tiempo.
Qué
esperará tu raiz oscura,
qué
extraño destino te lleva
a guardar una quimera,
entre arboles jovenes
silentes
como sombras,
compañeros de inviernos crueles,
amantes
del verano ,
almas
que intentan una danza arcana
para
mantenerte vivo, al menos con la ilusión.
Mi verso quiere volar,
se abraza a las palabras,
las arrulla, las besa,
las convierte en pájaros
y se van,
ya no me pertenecen.
¡Gracias Hadita!
Quedó dormida,
pequeña niña bella,
jardín de sueños
florecen en sus ojos
abrazada a sus flores.
¿Quién tiene ganas de escribir?
Ucrania invadida
y el mundo con peligro de una nueva guerra.
Cuánta ambición,
algunos actúan como
si fuesen a vivir mil años,
quieren perpetuarse en el poder como seres heroicos,
y lo harán como asesinos.
Las muertes se suman,
las imágenes son fotos que duelen,
quedaron retratados;
niños y madres llorando,
ancianos con las cara manchadas de sangre,
casas destruidas.
Momentos que creímos nunca se volverían a repetir,
y nos equivocamos.
Ella, la guerra, ya está aquí,
crece como planta maligna,
es un perro salvaje, actuando a rostro descubierto,
a miles de kilómetros de nuestra casa,
anunciando con sus tanques y con la sirena de peligro,
que es inminente,
puede llegar en cualquier momento.
Reina el espanto, el miedo, el temor, la orfandad.
Dios mío: ¡Paz!
Trae el viento aroma de sal,
la brisa agita los plumerillos
que se esconden tras los médanos,
barre la arena,
el mar se agita
su espuma se eleva,
vuela, como el
gorrión gris
de vuelo bajo,
planeando con el viento.
No estoy en Gesell,
cierro los ojos y regreso allí,
a sus calles con arena, sus casas de té
y ese aroma tan suyo de mar y madera.
Artesanos de cuero y cintas,
poetas de la vida con ojos cansados,
pintura de un pueblo que no quiere dejar de ser quien es.
¿Dónde amor, dónde?
¿Dónde se abreva la poesía?
¿En la rosa que me habla con tu voz,
en la brisa que trae tú perfume,
aquel suave aroma de cítricos amargos,
o en el bordado del mantel de hilo?
¿Dónde amor, dónde se encuentra?
En qué palabra me
espera:
río, playa, mirada,
beso, cielo…
todas hablan, gritan armonía,
y mi mente viaja, en
un abismo radiante,
buscando la gloriosa dicha
de lograr la poesía perdurable,
como esas canciones que el tiempo lleva,
las pierde,
pero no se olvidan.
Hay noches que rebosan de tristeza,
Mueren en ellas los libros sin historias,
No bastan sus dramas para lograr el sueño,
Ni la comedia feliz cierra los parpados.
Las tinieblas detrás
de la ventana,
Toman formas de
pájaros sin alas
Y se elevan empujados por el viento,
hacía el país del miedo y de las sombras.
Hay noches que rebosan de tristeza,
Noches sin ángeles, sin mieles ni ternuras,
Sin besos, frías como el mármol,
Donde el silencio es peor que un grito
Y el amanecer azul de
ojeras atraviesa los ojos con su filo.
Embelesada Las miro en la noche Bonitas brillan Juegan sus luces blancas Eternas luciérnagas.