Ayer fue el tiempo
de lunas y soles detrás de la puerta,
de abrir persianas
a la hora de la siesta,
atravesar las rejas
negras
y correr a jugar.
Completaban mi vida,
los que hoy no están,
y su presencia que era una sonrisa
hoy es una lágrima,
que regresa, al
recordar voces
e imaginar presencias.
¿Existirá un mundo dónde todo recomienza,
y donde la muerte no aceche en las esquinas?
Donde los espejos no mientan
jurando que esa desconocida soy yo.
La vida es un río que nunca se detiene,
que arrastra, se lleva
y nunca, nunca
vuelve atrás.