En el libro de poemas que me
regalaste, no encontré tus versos de amor,
las hojas estaban en blanco,
me dijiste que las letras se
borraron durante la impresión.
Te lo devolví y nuevamente me lo
entregaste en blanco,
tu explicación fue que un canario
retozón se llevó las rimas en el pico
y las hojas nuevamente sin palabras.
Perseveraste y está vez, fueron
tus lágrimas de tristeza que borraron las
poesías.
Se te ocurrió algo diferente,
escribiste, cortaste y pegaste en
las nubes
y fue la brisa juguetona quien mudó tus poemas y
los llevó a otra galaxia.
Regresaste al libro misterioso
y sus páginas siempre mostraban
una desnudez de nieve ante tu romántica inspiración.
Para que yo crea lo que dices,
será mejor que no escribas más,
canta tus versos al pie de mi
balcón,
como Romeo le cantó a Julieta, sólo
que no tengo balcón, tú no eres Romeo, ni yo soy Julieta.