Hay flores, que al mirarlas me
pierdo
en el laberinto de sus pétalos,
son la piel de un ángel,
suaves como un beso,
color de damasco maduro,
evocándome un verano,
una playa y en el cielo
una cuchilla plateada
y aquella rosa
que olvidamos en la arena,
testigo silente del amor.
Que habrá sido de los besos,
quién se llevó su calor,
ilusorio tiempo de guitarras,
arpegios de zambas
jugando en tu voz.