La ciudad oscura
se pinta y se perfuma
el sábado a la noche,
como luciérnaga
intenta brillar,
esperando al hombre
gris.
Él de la pena escondida
y el beso cansado.
Él que la salve del olvido,
de la vigilia de las noches largas
del humo que flota
igual que la bruma
en las madrugadas,
que cansa los ojos y agota las mentes…
Ese, que nunca llega.