Fue un pestañeo
y la sorpresa me detuvo,
no estabas,
te habían cambiado
por una rustica pared.
Me robaron la alegría de verte,
tu presencia era mi infancia
brillando entre tus flores.
Las mañanas de colegio,
el delantal almidonado,
el flequillo y la risa
y las piedritas de tinenti en el bolsillo.
Contemplarte,
hacia cercano aquel tiempo,
porque vos estabas,
y tu racimos de rosas pequeñas,
me esperaban como a una amiga
para perfumar de primavera,
mi otoño.
Dónde irán las mariposas,
los recuerdos atados a tus ramas,
las risas jugando entre tus hojas
y el perfume suave
de la vida al sol.
Ya no estás; rosal enredadera,
la esquina quedó vacía,
en tu lugar ha crecido un muro,
que envejece mi mirada
que huele a cemento, a frío y a sueños perdidos.
poema reeditado.