Amanecer de domingo,
vigilia que termina,
llegó el descanso.
Barrio silencioso,
puertas cerradas
brisa de verano entre las acacias,
y un silbido trasnochado saludando al sol.
La voz del diarero,
se dibuja en el pentagrama del aire
y un aroma a café,
perfuma la mañana.
En los ojos, todavía cerrados
quedan resabios de algún sueño,
voces y presencias,
que se quedaron prendidas
de alguna estrella lejana.