Ella
pasa cada tarde
cargando
la mirada impía de los vecinos.
Retazo
de vida que se va deshilachando,
burbujeando en la prisión de una copa
o
en las manos húmedas
del
último cliente.
Fluye
la dulzura en su mirada triste,
la
ilusoria suerte, le borró las quimeras
y
sus sueños quedaron rotos,
cristales
de luna que se llevó el tiempo.
Sin
embargo, alguna fantasía queda,
de
su vano destino,
mujercita oscura, menuda y frágil.
Una
esperanza chiquita,
juega
en su memoria,
aquella historia
de la abuela tana,
de
Violetta que se redime por el amor de
Alfredo,
la
carga en la mochila de los sueños
y
quién sabe,
si en el laberinto de sus horas
entre esos rostros de una noche,
acierte el amor.
Y
cambiara la historia,
y
Violetta y Alfredo
salvando la esperanza,
se salvaran los dos.