Llegó y me tomó de la mano
corrimos juntas y saltamos sobre la alfalfa
de los campos de Rivero,
como antes,
como siempre en mi imaginación.
Era ella, la infancia
que buscaba rescatarme de la tristeza.
Me rodeaba el cielo azul
y un verde sembrado,
llegamos al ombú y trepé sus ramas,
bebí el rocío de sus hojas
y las ranas del bañado me saludaron
con su croar y sus saltos.
La infancia me soltó la mano
y desperté; alfalfa, bañado y ombú
ya no existían, solo yo,
de pie ante la inmensidad de un sueño,
sonriendo, me abrazaba a un cielo azul.