Caen hojas como sueños, silentes, livianas,
las lleva el viento, se van.
Volverán con las brisas cálidas.
Otoño, primavera, tiempo cíclico
y volvemos a comenzar.
También el amor es circular,
siempre volvemos a él.
Caen hojas como sueños, silentes, livianas,
las lleva el viento, se van.
Volverán con las brisas cálidas.
Otoño, primavera, tiempo cíclico
y volvemos a comenzar.
También el amor es circular,
siempre volvemos a él.
Dónde
Dónde estarán aquellos versos,
que tu amor me inspiraba,
hoy no podría descifrar las palabras,
ni entender aquel amor apasionado.
La vida pasa,
y el tiempo de llorar se va con ella,
renacen los jazmines en verano,
las ilusiones se renuevan,
el llanto pasado les da fuerza.
Nos cambian los años
o es que vamos madurando,
nuestra mirada es otra,
otro el camino que buscamos.
Dónde quedaron aquellos versos,
aquel cuaderno de tapas amarillas,
en que la vida rimaba con tus besos,
y no existía el pesar, menos la culpa.
Sopla enojado el céfiro furioso,
abre los salones del viejo museo,
estruja ventanas y ríe con aliento a
hojas.
En las escaleras bailan los papeles,
junto con las flores que arrancó
el otoño,
y el viento sigue,
agitando a la dama de organdí,
que desde su cuadro, observa
al intruso
en su ir y venir.
La cortina de damasco se mueve
coqueta,
levantando polvo de su trama gris,
desde un marco oscuro, una dama
elegante
de vestido rojo, se quita el sombrero,
se queja del soplo que mueve su velo
y mira a un moreno de bello perfil.
La reina de España en caro tapiz,
se agita y pregunta:
¿Quién es ese inculto,
que quiebra mi paz y eriza mi pelo?
Alguien le responde; el viento
señora.
¡Cierren las ventanas! Grita enfurecida,
del este y oeste, del norte y del
sur.
El museo se aquieta y los personajes
vuelven a su mundo de calma y de paz.
Tras de los cristales, el mira burlón;
ya verán mañana, les dice sonriente
volaré cual bandera, besaré sus caras
y tras de los oleos, vuestro
corazones
gemirán de amor.
No le digas a nadie mis promesas,
y yo no contare tus palabras de amor,
que nadie conozca el
camino
y las llaves escondidas,
serán
nuestro secreto.
Quiero ser una antorcha en tu memoria,
una llama
que en la noche te ilumine
y en el día te duela recordarla.
Estar en vos, aún estando lejos
que tus manos me extrañen,
así apuras el regreso
por el camino del secreto.
Dónde van a morir los pájaros
en qué bosque cerrarán sus ojos,
que luz bárbara
los cegará, en el último segundo.
Su vuelo, ayer raudo y elegante
cesará en cualquier camino
y como una hoja seca,
caerá, con sus plumas opacas
y el pico abierto.
El ángel de las aves
lo llevará en sus manos
y al llegar al cielo,
cielo de los pájaros,
sus alas se abrirán,
en un vuelo sin ruta
y entonces sí,
volará por siempre
dueño de las nubes y del horizonte.
Recuerdo un trocito de cielo,
la luna
asomando sobre una pared,
nuestras sonrisas y el verano
que fue tan feliz.
Nada es bastante nítido y autentico,
todo paso y sin embargo
en un momento pensamos,
que habíamos inventado al amor.
¡Lo inventamos, fue nuestro!
Mientras duró
y como puñado de arena
que se va de las manos,
se fueron las promesas,
se perdió el amor.
¿Dónde van los amores perdidos?
En qué mundo viven y se encuentran
aquellos seres que fuimos,
aquellas sonrisas
que quedaron
inmortalizadas en una fotografía,
flores de un tiempo,
que hoy siguen perfumando desde un libro.
Estimados blogueros les dejo un abrazo y un bello deseo de paz y bien.
Tomaré unas semanas de descanso, el verano de mi ciudad se hace sentir, y trataré de vacacionar, al menos desde mi jardín.
Sólo dejaré funcionando mi primer blog. "Cuentos y Poesías" desde allí, seguiré con mis cuentos.
Un abrazo.
María Rosa
Hay un verde brillante en los árboles,
la rosa se refleja,
en un espejo de agua,
las gotas tiritan sobre sus
pétalos;
son lágrimas de amor que dejó la lluvia.
No se si era un lago,
o un simple pantano,
tan solo recuerdo
en la niebla oscura
el verde flotando
como una pintura,
creación de Monet .
Nenúfares blancas,
al igual que estrellas
nadaban en el agua,
dando al paisaje,
en su blanco la luz,
sólo fue un instante
que me estremeció,
las vi elevarse,
pájaros de luna,
apresando tristeza
transformando congoja
en honda emoción.
Prodigio otorgado
entre el alba y el día,
que borró el dolor.
El pastor
anda y desanda
la tierra amarilla,
camino de piedra,
cada día igual.
Su morada de sucios colores
sólo es una cueva
que espera
su pronto final.
Un asno y un
buey buscando reparo
duermen a su lado y le dan calor.
Pobre pastor de rostro curtido
no tiene ni un nido
para dormitar.
Llora solitario,
lo inhumano del mundo,
su quimera perdida
aún sueña alcanzar.
Le llega la noche,
poblada de estrellas
se duerme abrazado.
a su duro zurrón.
El albor despierta su cansancio viejo.
Un murmullo quedo, lo pone de pie.
Trémulos
matices borraron las sombras
son luces que llegan del fondo del
tiempo
y visten la piedra
de colores nuevos
su cueva, no es cueva
algo la ha cambiado
es el arco iris de ese amanecer.
El llanto de un niño
le llega cercano,
el frío en su arcano
lo hace estremecer.
¿Quién es esa madre?
Bella y luminosa,
que acuna a su hijo con tanto placer,
le tiende su mano con suave sonrisa
él cae de rodillas.
Diáfano es el aire en la casa de
Dios.
Diciembre-
2007
Llueve en Buenos Aires.
¿Qué será de vos?
Tal vez,
tras la ventana de un hotel
vanamente esperaras,
y ante tus ojos,
otra lluvia se abrirá camino,
rodando sobre el cristal
formando surcos irregulares,
simulando ser lágrimas,
y perdiéndose en la nada.
Era bella,
vestía de blanco
y bailaba sin cesar.
Giraba sobre un sueño,
extendiendo los brazos,
su cuerpo se quebraba
al ritmo de un violín.
Una tarde,
sus brazos,
fueron alas,
sus pies mariposas
y se elevó
hasta perderse
en el cielo azul.
Y mi caja musical,
perdió su bailarina
y todo fue silencio.
Dispersos mis pensamientos,
Jugaban con las palabras,
se perdían en un laberinto y
regresaban al mismo lugar,
donde el viento es afilado,
hiere, gime
y las palabras se deshilan en
letras sin sentido.
Imposible llegar al verso,
si mi cerebro es una página
ajada, cansada,
que no encuentra un motivo
que lo conmueva, que lo eleve,
que sea sal en la boca y me
despierte,
aroma de jazmín,
blandura de beso y tibieza en
las manos.
La rosa.
Me
deleita la rosa y su paisaje,
interpretar
el por qué
de
su perfume y belleza,
gemir
con ella, cuando el viento arrasa,
sus pétalos vuelan,
y se lleva el río, su aroma en sus aguas.
Quiero.
Me preguntas: ¿quieres un regalo?
Te podría decir,
que quiero la luna o una estrella.
¿Y luego, qué haría con ellas?
Es más fácil y sencillo
decir:
te quiero a ti.
Que extraña era la tarde y el aroma de las flores,
desde el río llegaba una bruma azul,
o eran tus ojos que sonreían, abarcando el aire
mientras las nubes trataban, de ocultar el sol.
Un canto de zorzal,
fue la breve dicha,
anhelo infinito que se escurrió entre mis dedos,
fue como esos sueños que
dejan un detalle, un color,
pero no los recordamos al despertar.
Aquello que vivimos, evocación
que no puedo descifrar,
tal vez será mejor haberlo olvidado,
y que el viento lo lleve, al país
de los días perdidos,
que lo guarde bajo siete candados y arroje las llaves al mar.
Abrí la puerta y ella entró.
Emoción viajera, paleta de
colores,
marfil, gris, verde y
rosa.
Y estallé en risa,
me deje envolver en luz.
Y la felicidad fue
agua,
que resbala y se pierde
y se fue
tan ligera como había llegado.
Alegría loca,
que se deshoja y vuela
volverás otro día,
a bañarme de savia nueva.
Alegría no me olvides,
que la melancolía me ronda,
te necesito,
por las puertas que
no cerré,
por los sueños que no viví,
y los gritos que callé.
Llueve.
Las gotas dibujan
líneas sobre el cristal.
Como en una película,
pasan ante mis ojos,
leones enfurecidos,
son los árboles
que el viento domina,
agita y vence.
Villa Gesell gris,
calles con arena,
silencio, soledad
y un sonido lejano del mar,
iracundo, sobre la playa.
Un río turbio,
corre por el surco,
venas
que formaron el viento y la lluvia,
y van;
camino al océano.
Que largo es el día,
me habita el silencio y
me salva tu abrazo
con aroma a sal.
Puertas que se abren,
que golpean,
que rechinan;
que ocultan el miedo
a la soledad.
Puertas sin manos,
laberintos brumosos
sin salida.
Puertas misteriosas,
que miran entreabiertas,
velando la luz.
Puertas extrañas
ocultando verdades,
que nunca se dicen.
Puerta que tu mano cerró
y que nunca intenté,
volver a abrir.
Te
presiento,
en la
luna de mis pechos,
en el
aire perfumado
y en el
sol del medio día.
Te veo,
en las
ramas florecidas
de
pompones amarillos.
en el
vuelo proyectado
del ave
que retorna,
al nido
de otro verano.
Me
alegra;
tu
presencia perfumada
elevando
mis sentidos.
Los colores jardineros
imitando el arco iris.
Y la brisa tibia
en el
aire iluminado
por la
inmóvil luz del cielo.
Se había gastado la tarde
entre soles y guitarras,
entre vino y poemas,
y amores de noches largas.
Un murmullo de agua liviana
llegaba desde el río,
la vio que se acercaba
y sin escuchar su nombre
entendió que lo llamaba,
intuyó quién era ella
con sólo verle la cara.
Rico bombón robado a escondidas crema en mi boca se hizo risa en tu cara beso dulce en la boca.