La
primera luz del día ilumina los tejados.
Hay un
duende travieso
que de
la noche a la mañana
pinta amarillo en los árboles.
Con los
suspiros de los enamorados
teje
una brisa juguetona
que
estremece a los distraídos,
que cruzan
abrazados a sus pensamientos,
a los
arbustos descoloridos,
los
agita y sopla sobre los nidos abandonados de las golondrinas,
que han
quedado solitarios
a la
espera de la próxima
y
lejana primavera.
Es el
otoño que se acerca,
mordiendo
los talones del verano.
En un
cajón duermen las fotos en la playa,
evocando
sonrisas
y la
espuma de las olas sobre la arena.
Pasó el
verano,
el ocre
pinta el parque
y un
aroma a pinos y lavanda
inunda
la mañana.
Ya casi
es otoño,
y yo
trato de escribir,
el poema
que no quiere llegar,
que se
enreda entre las hojas caídas
mientras
el dorado flota en el aire.