Cesó
el escándalo de los truenos,
la
lluvia se convirtió en una cortina
tupida
y silenciosa,
tras
los cristales
pasaba
un colorido mundo de paraguas
agitándose
en un apurado regreso
a
quien sabe qué lugar.
Me
sorprendió un hombre, empapado,
caminaba
lento,
las
gotas bajaban por su cara,
parecía
no pestañar,
pasó
junto a mi ventana,
se
detuvo, me sonrió y siguió su camino,
cruzó
la calle y lo vi desvanecerse con la
lluvia
que
como él se perdió en la tarde.